No estamos en el mismo barco

Recuperándose un poco de su primer shock después de admitir que también puede ser afectado por una crisis existencial, Europa ahora llama por solidaridad y proclama: «Estamos tod@s en el mismo barco!» Dizque, para enfrentar a esta situación tenemos estar unid@s. Así que por favor quédense en sus casas, mantengan la distancia, lávense sus manos y abastézcanse con víveres para no salir a menudo. ¡No puede ser tan difícil, por favor!

A ver, un rato… ¿Cómo era lo de los campos de refugiados en Grecia y otros lugares periféricos de Europa? Las personas que han terminado allá, no pueden «quedarse en casa». ¿Por qué? – Porque sus casas fueron bombardeadas. Con armas de Europa. Y sus «casas» actuales no son casas, sino carpas o cubiertas de plástico.

Parece que mantener la distancia es una medida razonable y viable – por ejemplo en el campo Moira en la isla Lesbos, que tiene la capacidad para acoger a 2.800 personas y ahora alberga a 20.000. Las normas sanitarias son buenas, supuestamente – ¿Y que se hace si hay un solo grifo por 1.300 personas, que además solo funciona unas horas por día. Ni hablar del acceso a atención médica? ¡¿Y realmente se dice que estamos en el mismo barco?!

Ante esta situación, ocho de los 27 países que forman parte de la Unión Europea prometieron de acoger a refugiados menores no acompañados – hace un mes. Hasta hoy día no se ha traído a ninguno. Se habla de tramites complicados y la falta de posibilidades para realizar transportes por las restricciones actuales. Pero curiosamente, por otro lado, si se puede organizar transportes para recoger a turistas europeos de todo el mundo, y también para deportar a refugiados cuyas solicitudes de asilo fueron rechazados, a sus países de origen, en plena crisis.

Los llamados «refugiados menores no acompañados» son niños, niñas y adolescentes que llegan de del Oriente Próximo (Siria, Irán, Afganistán etc.,) y de países africanos o otros, para pedir asilo en un país europeo, asumiendo un camino sumamente peligroso a través de países en guerra o el mar mediterráneo, sin el acompañamiento de sus padres u otros parientes, sabiendo que la posibilidad de ser detenidos, torturados, violados o hasta de morir es muy alta. Tan grande es la desesperación de much@s de huir de su país de origen porque al quedarse «en casa», aún es más probable que caigan víctimas de opresión, persecución y violencia.

Hay miles y miles de personas de cualquier edad y nacionalidad que están esperando en las fronteras de Europa, y en vez de acogerlos, se está invirtiendo un montón de plata para la construcción de muros, alambrados y personal de «seguridad» para impedir el ingreso a lo que parece la Tierra Santa, pero en realidad puede convertirse en el infierno para tod@s que no pertenecen a l@s privilegiad@s que tenían la suerte de nacer en cierta parte del mundo.

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Problemas de lujo y daños colaterales
Aparte de la pregunta si realmente tod@s estamos en el mismo barco en cuanto a la posibilidad de contagiarnos con Covid19 u otras enfermedades, y en cuanto al acceso a una atención médica adecuada, también hay que seguir cuestionando si las medidas que los gobiernos en casi todo el mundo han tomado para frenar al coronavirus, son adecuados, proporcionados al peligro y eficaces; o si más bien los «daños colaterales» son mucho más graves que los daños que pueda causar el virus en sí.

Mientras la gente en Europa lo ve como un reto grande cuidar y educar a sus hij@s y a la vez trabajar desde casa, y se queja que es complicado aguantar la presencia de su pareja a las 24 horas por día, mientras en Francia las mujeres ricas caen en una crisis nerviosa porque su peluquería ha cerrado, mientras los nin@s empiezan a aburrirse de mirar tele o jugar con el celular todo el día y sus padres se desesperan porque no pueden mantener su nivel de consumo, ni con pedidos en línea, porque todos los servicios están tan sobrecargados que se retrasan por días o hasta semanas – en resumen, mientras la población del Norte Global sufre de problemas de lujo como siempre, un gran porcentaje de los pueblos en Asía, África y América Latina no sabe cómo sobrevivir estas semanas sin ingresos. Así de igual es el barco en el cual supuestamente tod@s estamos.

Y es más: Como consecuencia de la demanda más baja de productos como ropas, juguetes, dispositivos técnicos y otros desde Europa, innumerables fábricas en India, Bangladés, Camboya, Albania, los países centroamericanos y otros tienen que cerrar, dejando millones de trabajadores y trabajadoras sin empleo y sin ingreso.

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La normalidad es el problema
A primera vista se supondría que la sensación de que tod@s estamos en el mismo barco, por lo menos podría resultar en más comprensión por la situación de otr@s y en más solidaridad, pero lamentablemente lo que pasa es el contrario: Se entiende que este barco que nos puede salvar, se llenará muy rápidamente, y como siempre antes de que suba África o América Latina. Como se dijo en la segunda guerra mundial para justificar porque no se puede acoger a los refugiados judíos: «El barco está lleno.» O sea: No hay espacio, y no hay recursos para apoyar a personas cuyas vidas están en peligro inminente. Eso e, y siempre era, una mentira. Lo que no hay es voluntad y un mínimo sentimiento de humanidad. Lo que falta es la sinceridad de asumir la corresponsabilidad de lo que está pasando en este planeta. Por más que ahora se habla de solidaridad, queda más claro que nunca: La vida y la salud de ciertas personas valen más que la de otras. Varias personas que han leído otros comentarios míos, me han dicho: «Pero eso es normal, y siempre ha sido así. La gente siempre tenía miedo tanto a pandemias como a extranjer@s. Siempre se han cuidado entre sí, y visto a l@s «otr@s» como enemig@s.» Y justamente eso es el problema: que el miedo, la desconfianza y el egoísmo conforman la normalidad de hoy. Por esto me gusta esta frase que está circulando en las Redes Sociales: «No volvamos a la normalidad, porque la normalidad es el problema.»

Cuando llegue el día en el cual contemos con una vacuna contra el coronavirus, los que van a ganar son las empresas farmacéuticas (europeas), como siempre. Con una mirada en lo que pasó en otras epidemias como la gripe porcina, es muy probable que los países ricos van a comprar una gran cantidad de vacunas para proteger a sus ciudadan@s, y no va a alcanzar para el llamado Tercer Mundo.

En vez de incrementar la solidaridad, esta crisis nos llevará, a lo opuesto: El peligro de la propagación no solo del coronavirus, sino también de otras enfermedades que seguramente van a aparecer, es la excusa perfecta para el Norte Global para cerrar sus fronteras de manera aún más radical y despiadada. Es la oportunidad más maravillosa para todos los partidos de la ultra derecha – que ya están ampliado su poder en casi todo Europa hace años – para propagar el racismo, la discriminación y la arrogancia blanca, supuestamente para proteger a «su pueblo». Lamentablemente falta gente que vea a través de este juego gigante que la política, la economía y los medios nos venden como la realidad. Obviamente, es más cómodo cerrar sus ojos, porque abrirlos significaría despedirse de su vida agradable y despreocupada y cuestionar no solamente al sistema global, sino más que todo a si mismos, a sus actitudes y costumbres. Y allá nos podríamos ver confrontados con el verdadero infierno.